Por Lucio Hernández
Alimentar al mundo sin devorar el planeta
Extractamos parte de una entrevista en Público al pensador ecológista George Monbiot para que sirva de reflexión ante los caminos que podría seguir el sector primario.
Cómo periodista dedicado al sector primario pienso que ni tanto ni tan poco, pero para avanzar en el seno de la humanidad, los libres pensadores deben apostar por ideas que pudieran resultar fuera de tiempo y hasta disparatadas. Veamos que nos cuenta.
El divulgador y pensador Ecologista, George Monbiot, expone en su libro «Regénesis» que por primera vez desde el Neolítico tenemos la oportunidad de transformar no solo nuestro sistema alimentario, sino toda nuestra relación con la naturaleza.
A las gentes del sector primario nos duele reconocer lo siguiente pero no deja de tener razón.
Prosigue el pensador explicando que la agricultura y la ganadería son la principal causa de destrucción del medio ambiente en el mundo, pero apenas se habla de ello. Criticamos la expansión urbana, pero el sector primario ocupa una superficie treinta veces mayor. Hemos arado, vallado y destinado al pastoreo grandes extensiones del planeta, talando bosques, extinguiendo la fauna autóctona y envenenando ríos y océanos para alimentarnos.
Pero todos los productores sabemos que es necesario producir alimentos para una población creciente, que demanda alimentos frescos, con calidad, no sólo locales sino diversos y encima baratos. Durante la pandemía se vió que este sector agroalimentario era vital para sobrevivir. Pero cómo cotegamos tales necesidades con la preservación del planeta.
Monbiot en su nuevo libro Regénesis nos presenta un nuevo futuro para la alimentación y la humanidad, con el objetivo de resolver el mayor de nuestros dilemas: alimentar al mundo sin devorar el planeta. A partir de los asombrosos avances de la ecología del suelo, George Monbiot, muestra cómo ahondar en el todavía escaso conocimiento de la tierra que pisamos podría permitirnos cultivar más alimentos con menos agricultura. Algunas estrategias están ya en marcha: desde el hortelano que ha revolucionado nuestra comprensión de la fertilidad; pasando por las nuevas variedades de cereales perennes, que liberan a la tierra de arados y sustancias químicas tóxicas; hasta los científicos pioneros en nuevas formas de producir proteínas y grasas; todos ellos nos muestran cómo las formas de vida más pequeñas pueden ayudarnos a hacer las paces con el planeta, a restaurar sus sistemas vivos y a que a la Edad de la Extinción le suceda la Edad de la Regénesis.
Ahora volvemos a esta reciente entrevista en Público a George Monbiot, dónde nos habla de macrogranjas, y nos dice, «mucha gente comenta que deberíamos abandonar la producción ganadera intensiva y volver a la extensiva», pero el ecólogo inglés está en contra de este tipo de ganadería. Por la superficie que ocupa.
Este tipo de producción es un desastre ambiental absoluto además de ser extremadamente cruel con los animales. Aunque no queramos creerlo, la mayoría de los productos ganaderos que comemos vienen de estás fábricas. Nos cegamos y pretendemos creer que los alimentos vienen de las granjas de los libros de cuentos que leíamos de niños, pero eso está muy lejos de ser verdad.
Es partidario de eliminar la producción agrícola y, en su libro, habla de una dieta basada en bacterias, hongos y otro tipo de proteínas.
Cómo solución George Monbiot señala en Público que muchos piensan que la respuesta a estos problemas es el ganado extensivo que mantiene a las ovejas y animales en el pasto. En términos ambientales diría que es mucho peor. Puede que no lo sea en términos de crueldad animal, aunque puede haber mucha violencia también. Desde el punto de vista ambiental hay que entender que la ganadería extensiva está usando el recurso ambiental más importante de todos: la tierra. Nosotros, como ambientalistas, no estamos prestando la suficiente atención a la cantidad de tierra que usamos, sólo nos centramos en el suelo urbano y sus impactos, pero también debemos hacer campaña sobre los impactos del campo. Las ciudades deben ser compactas, sí, y el área urbana del planeta es sólo el 1% de la superficie total. El 12% es agricultura. De la superficie de cultivo, sólo el 6% o el 7% es para cultivar alimentos para los seres humanos y la mayor parte para alimentar animales que se mantienen en esas fábricas intensivas. El 26% de la superficie del planeta, sin embargo, se utiliza para pastoreo al aire libre. Esos animales, aunque ocupan gran parte del territorio, sólo producen una pequeña fracción de nuestra comida, a pesar de que usan más tierra que ningún otro sector. Es un derroche increíble. Esa tierra podría albergar ecosistemas silvestres, bosques húmedos, sabanas y otros entornos cruciales para la mayoría de especies del mundo. Así que podría decirse que lo más dañino que hacemos como seres humanos es tener animales pastando al aire libre.
Cada maestrillo tiene su librito y aparecen estudios que podrían contradecir esta últimas afirmaciones de George Monbiot.
Así según un estudio publicado en la edición digital de la revista Nature, los animales herbívoros protegen la biodiversidad en los pastizales sobrefertilizados por el hombre. Este estudio comparativo de los pastizales en seis continentes sugiere que puede haber una manera de contrarrestar la sobredosis de fertilizantes provocada por el hombre que amenaza con alterar permanentemente la biodiversidad de las praderas nativas del mundo. La solución, ideada por la propia naturaleza, es permitir a los animales herbívoros alimentarse del exceso de crecimiento de los pastos que puede dejar fuera de competencia a plantas nativas en un mundo sobrefertilizado.
Ni tanto ni tan poco, yo Lucio Hernández, periodista agrario, todavía no cambio un buen solomillo por hongos y bacterias, pero para gustos colores, y creo que debemos tener en cuenta lo que se expone en este libro, sin ser radicales, aprovechando para mejorar nuestras explotaciones agrarias y ganaderas haciéndolas más saludables para nosotros y para el medio ambiente.